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martes, 27 de noviembre de 2007

La violencia dentro y fuera del aula

Cualquier violencia debe ser castigada de la misma manera. En las aulas y fuera de ellas. Por fortuna, los casos de violencia son absolutamente minoritarios en las aulas y, me atrevo a decir, en el conjunto de la sociedad, pero si no resolvemos globalmente este fenómeno e intentamos cambiar las tendencias en la sociedad, con el apoyo y ejemplo de familias, maestros y medios de comunicación, lo que se empieza a detectar en los centros educativos no será más que una anécdota.

Esta semana pasada la Fiscalía Superior de Justicia de Cataluña ha propuesto tramitar como atentado –delito que conlleva penas de cárcel- las agresiones a maestros y a médicos, a raíz de la acusación particular ejercida de la Generalitat de Catalunya por un presunto delito de agresión e insultos de unos padres de un alumno a la directora, la jefa de estudios y la conserje de una escuela de Barcelona.Lo de menos son los detalles. Ahora toda la discusión mediática y jurídica está en decidir si los maestros y médicos son “autoridad” y por lo tanto, los delitos contra ellos son más o menos graves y las penas más o menos duras. El otro gran caballo de batalla es si esta discusión sirve para todos los docentes y médicos o no incluye a aquéllos que no sean funcionarios.Como caricaturizaba en un periódico un lector, “hace 30 años, tu profesor te pegaba, se lo decías a tu padre y éste te pegaba, también. Ahora pegas a tu profesor, se lo dices a tu padre y éste le pega o le denuncia”.Cuando las cosas se pretenden solucionar a través de los juzgados, señal que no van bien.El problema de fondo está en la sociedad. En la pérdida de límites entre lo que está bien y lo que está mal, en la priorización de los intereses más egoístas y en evitar la asunción de responsabilidades ante una visión educativa donde uno debe asumir sus obligaciones. En considerar la escuela o el hospital como un supermercado donde tú eres un cliente y los profesores y médicos unos trabajadores que están a tu servicio y simplemente tienen que adaptarse a tus necesidades.En exigir a la escuela que se comporte como una isla pedagógica de virtudes y después no asumir el mínimo control de lo que los hijos ven en una televisión, que, en lugar de ser una herramienta educadora, sólo es un instrumento que a través de impactos espectaculares genera audiencias útiles para vender productos.Cualquier violencia debe ser castigada de la misma manera. En las aulas y fuera de ellas. A profesores de escuelas concertadas y a conserjes de institutos públicos. Por fortuna, y ésto también tiene que señalarse, los casos de violencia son absolutamente minoritarios en las aulas y, me atrevo a decir, en el conjunto de la sociedad. Otra cosa es que la convivencia y el civismo no son noticia.Pero si no resolvemos globalmente este fenómeno e intentamos cambiar, a medio plazo, las tendencias en las actitudes y los comportamientos de la sociedad, con el apoyo y ejemplo de familias, maestros y medios de comunicación, lo que se empieza a detectar en los centros educativos no será más que una anécdota.

jueves, 15 de noviembre de 2007

La violencia en las escuelas

Uno de los problemas más serios con los que se enfrenta el sistema educativo de cualquier país contemporáneo es el del agravamiento de las situaciones generadoras de violencia en las escuelas. Ese es el inmenso desafío que debe ser encarado por las políticas públicas: preparar e influir en los jóvenes que frecuentan el ambiente escolar.
Entre los estudios que con mayor rigor se han ocupado del tema en Iberoamérica destaca Violencia en las escuelas (Abramovay y Rua, 2002). Llevado a cabo en 14 capitales de estados de Brasil1, Violencia en las escuelas se basó en las percepciones de los alumnos, de los padres, de los profesores, de los directores y de los funcionarios de las escuelas públicas y particulares. Dicho estudio permitió la construcción de un mapa de los innumerables tipos de violencia registrados en los establecimientos escolares.
Con la finalidad de obtener una comprensión más profunda del universo escolar y de los puntos de vista de los diversos participantes2, el estudio decidió utilizar el concepto amplio de violencia, que incorpora las nociones de maltrato y de uso de la fuerza o de la intimidación, así como los aspectos socioculturales y simbólicos del fenómeno.
Por otra parte, el citado estudio señala algunas situaciones capaces de desencadenar violencia. Entre ellas, medidas disciplinarias, actos agresivos entre alumnos y profesores, graffiti, daños físicos a la escuela, y reglas de organización poco explícitas. Otros factores influyentes son la carencia de recursos humanos y materiales, así como los bajos salarios de profesores y de funcionarios, la insuficiencia de diálogo entre las personas que componen el ambiente escolar, y la escasez de interacción entre la familia y la comunidad. El estudio sugiere que tales situaciones sean pensadas de forma integrada, y que sean encaradas como factores que, aunque no siempre estén interrelacionados en términos de causalidad, son profundamente interdependientes
La circunstancia de que el ambiente escolar se haya hecho incompatible con las actividades didácticas, constituye el impacto más significativo de la violencia. Esa situación acentúa el ausentismo de los alumnos y deteriora la calidad de la enseñanza, tal como se muestra en la tabla 1.
Situaciones de ese tipo tienen consecuencias drásticas sobre los alumnos: repiten el año o son expulsados de la escuela. La repetición escolar y el abandono del centro reducen la eficiencia del sistema educativo.
La violencia afecta de modo significativo el ambiente escolar. El deterioro de las relaciones perjudica la calidad de las clases y el desempeño académico de los alumnos (Abramovay y Rua, 2002). La tabla 2 ilustra ese hecho.
Además de tener influencia sobre la calidad de la enseñanza y sobre el desempeño académico, la «atmósfera violenta» de la escuela afecta a la función profesional del equipo técnico-pedagógico. Por otra parte, ese ambiente influye en la percepción que los alumnos tienen del espacio físico de la escuela, lo que afecta a la idea que ellos se hacen de la administración escolar, y también a sus impresiones sobre los propios colegas.
Un ambiente escolar hostil perjudica las relaciones entre las personas que componen la escuela (profesores y alumnos, profesores y administración, alumnos y alumnos, y alumnos y administración)3. La tabla 3 ofrece una visión panorámica de los aspectos de la escuela que más desagradan a los alumnos.
Basado en esas informaciones, el estudio destaca la importancia de brindar una persistente atención al entorno inmediato de la escuela y a su ambiente interno. Eso implica poner el acento en la interacción entre la escuela, la familia y la comunidad. Se pone también énfasis en la necesidad de crear mecanismos de negociación sobre los reglamentos y las normas internas de la escuela, así como de concientizar a los profesores sobre las diversas maneras por las que se expresa la violencia. Entre otros factores, constan la adopción de medidas positivas en términos de seguridad pública, así como los de valoración y organización de los jóvenes. También fue resaltada la importancia de vincular diferentes áreas de gobierno (educación, justicia, cultura, etc.), la de producir materiales didácticos impresos y audiovisuales (Abramovay y Rua, 2002, pp. 335-342), y las de crear oportunidades de socialización y espacios alternativos para ocio, para arte y para actividades culturales.